Desde los antiguos griegos, el hombre trataba de encontrar la fuente del conocimiento humano y su origen, filósofos como Platón creían que el saber humano estaba instaurado en el alma humana, que el conocimiento consistía simplemente en traer a la conciencia este saber innato.
A comienzos del siglo XX, como consecuencia de la creación las nuevas ciencias humanas, los estudiosos se habían ocupado de las cuestiones clave de la vida mental: el pensar, el lenguaje humano y de la cultura. Para llegar más allá de meras especulaciones los investigadores hicieron uso de métodos experimentales tales como la introspección, pero está sólo se aplicaba en observadores bien adiestrados acerca de sus propias pautas del pensamiento.
Otro método de investigación utilizado fue el conductismo propuesto por jóvenes norteamericanos que se hacían llamar “conductistas”, estos proponían que la investigación debía limitarse a la observación y centrarse en exclusivamente en la conducta; el precepto conductista era la creencia en la supremacía y el poder dominante del medio, dejando de lado temas tales como la mente, el pensar o la imaginación; sus explicaciones se basaban en los principios del condicionamiento y refuerzo para producir aprendizaje y formar las conductas particulares.
Lashley estaba en desacuerdo con el conductismo, señalaba que el cerebro planea y organiza de forma secuencia de antemano, llegó a la conclusión de que la forma precede y determina toda conducta específica, dicha organización emana del interior del organismo no del exterior como planteaban los conductistas. Para Lashley el cerebro es un sistema dinámico y constantemente activo o una mezcla de muchos sistemas que interactúan entre sí.
En 1936 Turing propuso la idea de una máquina simple capaz de realizar cualquier cálculo concebible, tuvo una enorme importancia para los investigadores interesados en los dispositivos de la computación, mediante está por primera vez se vislumbró la posibilidad de que una computadora preparase y ejecutase sus propios programas.
Una segunda línea de pensamiento, significativa en la fundación de la ciencia cognitiva, fue expresada por Warren McCulloch y Walter Pitts a principios de la década de 1940 demostraron que las operaciones de una célula nerviosa y sus conexiones con otras podrían ser representadas por un modelo lógico. Otra contribución para la ciencia cognitiva provino de los perfiles de incapacidad cognitiva que deriva de las lesiones cerebrales.
El simposio de Hixson tuvo especial importancia en nuestra historia, a raíz de dos hechos: su vinculación del cerebro con la computadora y su implacable desafío al conductismo prevaleciente.
La ciencia cognitiva fue admitida de forma oficial alrededor de 1956, la semilla plantada germino con rapidez: instituciones oficiales y privadas proporcionaron apoyo financiero significativo, dos figuras destacadas en esta “divulgación pública de la cognición” fueron Jerome Bruner Y George Miller, quienes fundaron en Harvard el Centro para estudios cognitivos, considerado como lugar de nacimiento de las ciencias cognitivas, las ideas de este fueron difundidas a través de libros y otras publicaciones.
Cinco características importantes de la ciencia cognitiva son: las representaciones, las computadoras, atenuación de la importancia atribuida a los efectos, el contexto, la cultura y la historia, creencia en la validez de los estudios y las raíces en la filosófica clásica
La ciencia cognitiva es definida como un deseo de base empírica por responder cuestionamientos vinculados a la naturaleza del conocimiento, sus elementos componentes, sus fuentes, evolución y difusión.